“El viaje”, de Pura Azorín Zafrilla

Premio Novela Corta Castillo – Puche 1995.

Este libro, de una autora yeclana, ganó el premio el segundo año que se convocó. En la portada junto al diseño de Victoria Carpena destaca una imagen de un arquero de Tassili, pinturas rupestres en el Sahara.

Hablar de libros se puede hacer de muchas formas, en este caso el índice inexistente es una buena pista para que el lector lo conozca, los títulos de los capítulos o de los fragmentos son definitivos para seguir la trayectoria y la evolución de la lectura y por consiguiente de nuestro protagonista Yaco. «En la gruta», «El Valle», «El secreto», «Las preguntas, las respuestas»,… y así hasta completar los diez que lo componen y llegar al último: «Recordar» que, junto con la palabra que cierra el libro, nos permite intuir la opción que el personaje elige dentro de lo que el viaje representa de iniciación y conocimiento. Es muy significativo el tratamiento de los nombres comunes pasados a nombres propios por la utilización de mayúsculas y su correspondiente artículo determinado para singularizarlos y destacarlos, «la Otra Parte», «los Antepasados», «la mágica Montaña», «el Valle», «lo Azul», …con lo que nos permite focalizar la atención sobre cada uno de ellos, es ese y no hay otro que nos ataña. Esto también se da en la caracterización de los otros personajes, «el Zurdo», «Morro de Liebre», «Cara Roja», diferenciándolos de los nombres propios que vamos a encontrar Yaco, Ona y Ebol. Es destacable la forma en que conocemos el nombre de nuestro protagonista, es otro personaje el que lo nombra para que nosotros lo oigamos.

Después de escrito y publicado, el principal éxito de un libro es su lectura y cargados con él en la mochila, como si de un libro de Ian Gibson por Granada o más recientemente de Stieg Larsson por Copenhague se tratara, encaminamos nuestros pasos un grupo de lectores del taller de lectura de la Casa de Cultura hacia el Arabí y allí, en el sitio que puede ser su inspiración y, después de leer en voz alta fragmentos que pudieran situarnos en el ambiente, «la Montaña sagrada de los Antepasados», la suerte nos gratificó con una de las mejores imágenes que para un lugar mágico se podía soñar, el lento, armonioso y prolongado vuelo de una águila sobre la cima, quizás se sintió observada y quiso aprovechar para lucirse delante de nuestros ojos de adultos abiertos como los de los niños. Silencio impresionante y majestuoso para agradecer la belleza y la magia de un instante que, quién sabe, lo propició una pequeña obra en tamaño que pertenece por derecho propio a nuestra Yecla literaria.

0 1410